LA SANTA BIBLIA,
EL NUEVO TESTAMENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
VERSIÓN DE CASIODORO DE
REINA (1569), REVISADA POR CIPRIANO DE VALERA (1602), OTRAS
REVISIONES: 1862, 1909 Y 1960
La Epístola Universal de
SANTIAGO
Capítulo 1
Salutación
1:1 Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la
dispersión: Salud.
La sabiduría que viene de Dios
1:2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
1:3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
1:4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis
perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
1:5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala
a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
1:6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que
duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada
de una parte a otra.
1:7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa
alguna del Señor.
1:8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus
caminos.
1:9 El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación;
1:10 pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba.
1:11 Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba
se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se
marchitará el rico en todas sus empresas.
Soportando las pruebas
1:12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya
resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los
que le aman.
1:13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque
Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a
nadie;
1:14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es
atraído y seducido.
1:15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la
muerte.
1:16 Amados hermanos míos, no erréis.
1:17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra
de variación.
1:18 El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de
verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
Hacedores de la palabra
1:19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea
pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;
1:20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
1:21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid
con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
1:22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos.
1:23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo
su rostro natural.
1:24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y
luego olvida cómo era.
1:25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y
persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino
hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
1:26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no
refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
1:27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es
esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse
sin mancha del mundo.
Capítulo 2
Amonestación contra la parcialidad
2:1 Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de
personas.
2:2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con
ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso,
2:3 y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú
aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí
bajo mi estrado;
2:4 ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con
malos pensamientos?
2:5 Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a
los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que
ha prometido a los que le aman?
2:6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os
arrastran a los tribunales?
2:7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre
vosotros?
2:8 Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo, bien hacéis;
2:9 pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos
por la ley como transgresores.
2:10 Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.
2:11 Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás.
Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te
has hecho transgresor de la ley.
2:12 Así hablad, y así haced, como los que habéis de
ser juzgados por la ley de la libertad.
2:13 Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no
hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.
La fe sin obras es muerta
2:14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene
obras? ¿Podrá la fe salvarle?
2:15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y
tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
2:16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les
dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
2:17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta
en sí misma.
2:18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras.
Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe
por mis obras.
2:19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
2:20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin
obras es muerta?
2:21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre,
cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
2:22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras,
y que la fe se perfeccionó por las obras?
2:23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado
por justicia, y fue llamado amigo de Dios
2:24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no
solamente por la fe.
2:25 Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada
por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?
2:26 Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto,
así también la fe sin obras está muerta.
Capítulo 3
La lengua
3:1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor
condenación.
3:2 Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz
también de refrenar todo el cuerpo.
3:3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos
para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
3:4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos
vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por
donde el que las gobierna quiere.
3:5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero
se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
3:6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La
lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e
inflama la rueda de la creación, y ella misma es
inflamada por el infierno.
3:7 Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;
3:8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser
refrenado, llena de veneno mortal.
3:9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella
maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
3:10 De una misma boca proceden bendición y maldición.
Hermanos míos, esto no debe ser así.
3:11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua
dulce y amarga?
3:12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir
aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente
puede dar agua salada y dulce.
La sabiduría de lo alto
3:13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por
la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.
3:14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os
jactéis, ni mintáis contra la verdad;
3:15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal,
animal, diabólica.
3:16 Porque donde hay celos y contención, allí hay
perturbación y toda obra perversa.
3:17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después
pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin
incertidumbre ni hipocresía.
3:18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para
aquellos que hacen la paz.
Capítulo 4
La amistad con el mundo
4:1 ¿De dónde vienen las
guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros
miembros?
4:2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no
podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no
pedís.
4:3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en
vuestros deleites.
4:4 ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de
Dios.
4:5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar
en nosotros nos anhela celosamente?
4:6 Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios
resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
4:7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de
vosotros.
4:8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo,
purificad vuestros corazones.
4:9 Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra
risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.
4:10 Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
Juzgando al hermano
4:11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que
murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley;
pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.
4:12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién
eres para que juzgues a otro?
No os gloriéis del día de mañana
4:13 ¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos
a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos;
4:14 cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es
vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.
4:15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y
haremos esto o aquello.
4:16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala;
4:17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Capítulo 5
Contra los ricos opresores
5:1 ¡Vamos ahora, ricos!
Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.
5:2 Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están
comidas de polilla.
5:3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho
testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros.
5:4 He aquí, clama el jornal de los obreros que han
cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por
vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del
Señor de los ejércitos.
5:5 Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis
engordado vuestros corazones como en día de matanza.
5:6 Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia.
Sed pacientes y orad
5:7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del
Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto
de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la
tardía.
5:8 Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la
venida del Señor se acerca.
5:9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no
seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.
5:10 Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y
de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
5:11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren.
Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del
Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.
5:12 Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por
el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí
sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
5:13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.
5:14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los
ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con
aceite en el nombre del Señor.
5:15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor
lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.
5:16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad
unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del
justo puede mucho.
5:17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las
nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la
tierra por tres años y seis meses.
5:18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra
produjo su fruto.
5:19 Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y
alguno le hace volver,
5:20 sepa que el que haga volver al pecador del error
de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.